Quiero iniciar este artículo con un extracto de la película “Comer, rezar y amar” (Basada en el libro de Elizabeth Gilbert)
Ketut: Déjalo ir
Elizabeth Gilbert
Elizabeth: Pero lo amo
Ketut: Pues ámalo
Elizabeth: Pero lo extraño
Ketut: Pues extráñalo. Cada vez que pienses en él mándale amor y luz. Después, deja ir el pensamiento. Tienes miedo de dejarlo ir porque después estarás sola. Pero esto es lo que tienes que entender, si despejaras todo ese espacio que ocupas en tu mente por obsesionarte con él, tendrías una puerta y ¿sabes que haría el universo al verla? Colarse. Se colaría y te llenaría del amor más hermoso que jamás hayas podido conocer. Así que deja de estar usándolo a él para bloquear esa puerta.
Amo esta película y su mensaje. No es ficción que, si dejamos ir, abrimos las puertas para recibir.
Los miedos, las dudas, la ansiedad, la tristeza, la obsesión, el resentimiento y tantos sentimientos más hay que dejarlos ir, pero primero hay que aceptarlos. ¿Y que significa aceptarlos? Significa permitirte sentirlos, saber que están ahí, descubrir que mensaje han venido a traerte, tomar ese aprendizaje y dejarlos ir. Quiero contarles un poco de mi historia y si en algo les inspira voy a sentirme infinitamente feliz.
Yo hace algunos años atrás estaba totalmente obsesionada con el tema de la pareja y con esa energía de desesperación que seguramente estaba emanando, lo que menos aparecía era un novio que valiera la pena.
Cumplía los 33 años y decidí cruzar el atlántico para ver si ahí si se me hacía lo del amor, pero el mismo patrón continuó. Entonces emprendí un viaje hacia adentro hacia mis más obscuras profundidades. Hice algunos viajes de conexión espiritual, empecé a cultivar la relación con la persona más importante de mi vida que soy yo misma y en ese proceso trabajé en ser lo que estaba buscando en los demás.

Mi lista de requerimientos de pareja ideal era enorme, pero yo no llegaba a ser ni la mitad de lo que buscaba. Fue un tiempo de mirar hacia adentro, de descubrirme, de conectarme y de amarme.
Volvía a Ecuador sin novio, pero infinitamente en paz y feliz con mi realidad.
En mis conversaciones con Dios le dije que si su voluntad era que no tenga pareja en esta vida que estaba bien, que lo aceptaba. Ya le había dicho que tenía un deseo ferviente de tener un compañero a mi lado, pero si no tenía que ser yo estaba a gusto con mi compañía.

En Barcelona, que fue donde viví por un año, experimenté una libertad de ser yo que no había sentido jamás. Me fui muchas veces al cine sola, y viaje sola también varias veces. Lo hice a pesar del miedo y disfruté tanto cada minuto de mi presente como nunca antes.
Volví a Quito justo a la boda de una de mis mejores amigas, era su segundo matrimonio y me pidieron que dé el discurso de bodas y lo hice FELIZ. La Johana de antes, la que se sentía carente de amor se hubiera deprimido y hubiera pensado: “Ella se casa dos veces y yo nada. Que tendré de malo…que pasa conmigo” Pero no fue así, de corazón estaba feliz y les mandé mucha luz.
Una semana después de eso re-apareció el que ahora es mi esposo (la historia de la re-aparición es tema de otro artículo) y desde ese momento no nos pudimos separar. Vamos a los 4 años de casados.
Era evidente que había soltado mi “obsesión” por conseguir pareja y aunque suene a cliché, llegó en el momento menos pensado. Llegó cuando me sentía completa y sin la necesidad de que alguien me llené. Energéticamente había el espacio para que un buen amor llegué. Pasé el examen y ya no tuve que repetirlo otra vez; porque así es la vida, nos manda lecciones que si no las aprendemos nos las repite hasta que nos llegue el mensaje.
Yo no sabía lo que era estar conmigo misma, no sabía cómo amarme y cuando lo aprendí, llegó ese amor que antes tanto buscaba y mientras más lo buscaba más se escapaba.
Entonces, ¿Qué significa dejar ir para mí? Desear algo con todo el corazón, pero confiar en el proceso y soltar. Fluir en el presente. Tener certeza absoluta que todo lo que sucede en este momento es perfecto para mi aprendizaje y evolución. Que tengo que ser feliz por mí y no por algo o alguien, Lo que tiene que ser será en el momento justo. La vida nos da lo que necesitamos experimentar. Sentir el aquí y ahora. Eso es dejar ir para mí.
Obviamente las lecciones siguieron, vino una muy fuerte que tenía que ver con la maternidad y en la que se puso a prueba mi amor propio otra vez y mi capacidad de dejar ir.
Yo creo que lo que hay que sostener es el amor, pero no es fácil. No es que un día dices ya me amo y va ser así para siempre. Las pruebas están todo el tiempo En todo este proceso de sanación solté mi amor por mi sin querer y he tenido que ir recuperándolo poco a poco y reconstruyéndome. Lo maravilloso de la vida es que podemos decidir cambiar y re-encontrar la paz interior.
En el próximo artículo, les seguiré contando sobre la siguiente lección que llegó a mi vida.
Gracias por leerme. Me interesa saber si les gustó, si les aportó, si les inspiro.
“Nunca estuve sola, estuve conmigo”