La vida es una montaña rusa con subidas y bajadas, pero depende de cómo reaccionemos para encontrar paz en medio del caos. No es fácil en lo absoluto, pero yo creo que lo más importante en cada situación es preguntarnos ¿Qué tengo que aprender de esto? Y si estamos abiertos a recibir empiezan a llegar los mensajes. No me creas, pruébalo.
El 2016 fue para mí un año de muchos aprendizajes y bendiciones disfrazadas de fuertes retos.
Había iniciado el año súper feliz y enamorada y con muchos planes y sueños, sin embargo, llegaron las pruebas. Tuve dos embarazos y los dos los perdí. El primero fue en enero, nunca supe que pasó, no me dieron explicaciones ni razones. Solo supe que no hubo latido y que “a veces pasa”.
El segundo fue en diciembre de ese mismo año y fue un embarazo ectópico; el saco gestacional se había alojado en la trompa de falopio. Tuve que ir de emergencia al hospital porque estaba en riesgo mi vida.
Me hicieron esperar alado de una chica embarazada que estaba a punto de dar a luz y yo solo quería llorar.
No pudieron salvar una de mis trompas y me la tuvieron que sacar. Por otro lado, en este segundo embarazo el doctor me informó que desde hace años tenía un mioma que medía 4 cm y que no me podía embarazar y que si o si tenía que sacármelo. Nunca supe que tenía un mioma, ningún doctor me lo dijo antes. Algunos especialistas me dijeron que en la operación para sacarme el mioma corría el riesgo de que me saquen el útero. Sin tener hijos y sumado a las dos perdidas, esa noticia me devastó.
Pocos días después de la segunda pérdida me enteré que una compañera de trabajo con la que estaba en contacto directo todos los días estaba embarazada de sorpresa, a sus 40 años, sin buscar y sin esperar. Pensé: “¿Qué más tiene que pasar?”. Mi primera reacción fue no querer volver nunca más a trabajar, ya tenía suficiente con todo el dolor que sentía como para poner el dedo en la llaga cada vez que vea el progreso de su embarazo. Pero en el fondo sabía que esa prueba era mi oportunidad de sanación.
Cuando en la vida se nos presentan este tipo de situaciones en las que vemos en otros lo que queremos, en lugar de preguntar ¿Por qué él o ella y yo no? Debemos mandarle luz y bendiciones a esa persona y desearle que le vaya bien y agradecer, porque Dios nos está mandando el mensaje de que nosotros también somos merecedores de eso, pero antes debemos demostrar certeza en el proceso. ¿Y cómo demostramos certeza? Alegrándonos por los logros ajenos, agradeciendo y apreciando lo que tenemos y confiando que lo que es para nosotros llega en el momento perfecto. Cuando sentimos envidia, que no es más que admiración mal enfocada, alejamos las bendiciones que están por llegar.
Lo que hice fue pedir respuestas al universo, a Dios, a los ángeles y a los seres de luz. Definitivamente creo que cuando estás abierto a recibir aparecen los mensajes, las respuestas, los aprendizajes y los caminos por dónde ir.
Hice muchas cosas para sanar física y emocionalmente.
Me fui a una terapia con imanes porque había escuchado que ayudaba a reducir o eliminar los miomas. Y de hecho el mioma si se estaba reduciendo.
Tomé un agua especial de Kabbalah en la que meditan impregnándole energía sanadora.
En un sueño, recibí el mensaje de un maestro de Kabbalah ya fallecido (Rav Berg), en el que me indicaba que haga Mikve (un baño de purificación con inmersiones y meditaciones dentro del agua, que regeneran tus células y te ayudan en tus procesos de sanación). Lo hice varias veces.
Dejé de fumar.
Hice una bendición de útero que se hizo al mismo tiempo a nivel mundial.
Hice terapias psicológicas y espirituales, entre ellas, la terapia de respuesta espiritual (TRE). Se trata de una limpieza de alma con un péndulo. Después de unos minutos de terapia, Adriana (la psicóloga) me preguntó: ¿Tienes hijos?
Yo: No, perdí dos.
Adriana: Siento dos presencias, de un niño y una niña. (Sentí que se me estremeció todo el cuerpo y me puse a llorar.) Ellos quieren decirte que eres una buena madre, que no es tu culpa, que no era el momento para que vengan. Y también me dicen que sigas haciendo tus trabajos creativos, que eso te hace bien.
Después de los episodios de enero y diciembre no me sentía capaz de crear ni me sentía productiva en ningún sentido y empecé hacer árboles de la vida con cuarzos y piedras semi- preciosas. Por el mioma, tenía cólicos muy dolorosos y los cuarzos me ayudaban mucho a aliviar el dolor y a casi eliminarlo. Además, el trabajo final de los árboles de la vida era lindísimo y con un propósito sanador. A esos trabajos creativos se refería Adriana en la terapia. A ella, en ese entonces no la conocía y no tenía por qué saber lo que me dijo. Para mí fue definitivamente una experiencia de otro mundo.

Después de ese día me quité un peso enorme de encima, me quité la culpa que sentía de que talvez pude haber hecho más o algo diferente para evitar lo que pasó y me perdoné.
Me faltaba preguntarle a mi esposo que si yo no podía tener hijos él quisiera seguir conmigo y me dijo que sí, que él me amaba por sobre todas las cosas. También le pregunté si el estaría dispuesto adoptar y me dijo que sí. Fue un gran alivio y sentí que algo pasó dentro de mí. Me relajé con el tema de la maternidad. Si tenía que ser, sería.
Tres meses después estaba embarazada, ese mes de la concepción ovule dos veces no sé cómo, y a pesar de que estábamos cuidándonos y con todo y mioma, sucedió.
Yo no soy religiosa pero sí creo en la Virgen y más cuando la sentí hablándome directamente. Antes de la segunda pérdida mi hermana me dio la figura de la Virgen de la Dulce Espera que mi mamá se la había comprado a ella cuando se embarazó de su primer hijo. Curiosamente en la base de la Virgen estaba escrito mi nombre tal cual como se escribe, con H intermedia y una N (Johana). Le pregunté a mi hermana y a mi mamá si ellas escribieron mi nombre y me contestaron que no, que les parecía muy raro que esté escrito ahí. Para mí fue un mensaje de la Virgen diciéndome: “Encomiéndate a mí y yo cuidaré de ti”.
En el consultorio del nuevo ginecólogo tenía también la figura de la Virgen de la Dulce Espera y ahí sentí que todo iba a estar bien.

Y así fue, ahora tengo el mayor milagro de mi vida que se llama Elías (2 años). Con el he experimentado el amor más puro e incondicional que existe.
Al ver sus ojos, sus sonrisas, sentir sus abrazos siento que todo valió la pena.
Ahora que miro hacia atrás, nada de lo que sucedió fue coincidencia; todos los acontecimientos fueron milagros.
Aquí también se aplica el: “Deja ir para recibirlo todo”
Afirmaciones poderosas recomendadas:
“Todo lo que necesito viene a mí en el lugar y momento perfecto”
“Me merezco todo el bien que la vida tiene para ofrecerme”
“Estoy a salvo, todo está bien en mi mundo”
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS